Que no os cuenten mentiras sobre la historia de Robinson Crusoe. Ni estaba solo, ni tenía un amigo llamado Viernes, ni hablaba con un coco (bueno, hablaba con dos cocos para comérselos). Todo eso es falso. La realidad sobre este náufrago es esta: Robinson nunca quiso volver porque follaba mucho, muchísimo más que antes. Y este vídeo lo corrobora. En plena naturaleza salvaje, su querida amiga indígena le come el rabo como una desesperada, hambrienta y deseosa de su ración diaria de leche. Robinson empieza a darle caña a esta mestiza mientras le bailan las tetas arriba y abajo hasta que finalmente consigue su alimento más deseado: la lefa. Viendo esto apoyamos la decisión de Crusoe. Debió de ser muy duro vivir allí... Nos podemos hacer una idea.
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