Angie Koks es una preciosa adolescente rubia y moscovita que piensa que la literatura rusa es muy espesa, y espeso por espeso prefiere tragarse otra cosa. Por eso queda con sus compañeros de clase para estudiar, se pone una minifalda cortísima, un top y unas gafitas de estudiante aplicada que hacen imposible concentrarse a cualquiera de sus compañeros, que siempre dejan el libro a un lado y empiezan a meterle mano. En ese momento Angie sonríe, sabe que pronto se comerá una buena polla, le comerán su chochito rasurado y le echarán un polvo que la dejarán seca, evidentemente con su ración de sexo anal. Así que se pone a cuatro patas para que le destrocen el ojal y tragarse por fin su ansiada dosis de semen, que por espeso que sea nunca lo será tanto como el Archipiélago Gulag de Alexander Solzhenitsyn.
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