Todos conocemos a Kathy Campbell y Gilda Roberts. Dos bomboncitos de costumbres disolutas que de vez en cuando acaban entre rejas por atentar contra la moral pública. Esta vez los carceleros no est án para tonterías, en cu ánto las oyen gritar acuden con sus porras para tranquilizar el ambiente. No sabemos si lo conseguir án pero por lo menos ocupar án su boca con algo y gritar án menos, aunque pronto pasar án a los gemidos cuando se las follen y volver án los gritos cuando les revienten el culo y les hagan un DP, aunque estamos seguros que en cu ánto se les corran en la boca, callar án definitivamente, ya tranquilas porque después de semejante castigo, los indulgentes carceleros les conceder án la libertad.
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